7 de marzo de 2012

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"Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresiva, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aquellos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, hablaríamos todavía el idioma de las cavernas"
R. Arlt

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6 de marzo de 2012

dichos que se dicen distinto II

ojo por ojo y el mundo se quedará sin dientes

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2 de marzo de 2012

dos y dos veces: siempre de noche.

Estoy sola en mi casa. Hay mucho viento, cosa extraña en esta ciudad. Todavía no llueve, pero falta poco. Estoy a oscuras porque estoy acostada en el sillón queriendo quedarme dormida, como quien dice, sin querer. Miro el techo ocacionalmente iluminado por los relampagos de la tormenta que se avecina. De reojo noto que algo se asoma desde las habitaciones mientras la puerta del balcón de la cocina intenta ser abierta a empujones. Mis ojos prestan atención por un lado y mis oídos por otro. El reflejo de los árboles sobre la pared dan la misma imagen de alguien o algo entrando y saliendo de mi habitación y es el viento el que empuja con violencia la puerta. Ni un ladrón intentando entrar le pondría tanto empeño. Yo estoy acá y no tengo con qué defenderme. No tengo armas. No tengo amuletos. No tengo fe. Las sombras continúan paseando por la habitación, el resplandor naranja de la noche, del alumbrado de la calle, las acentúan. Son las siluetas de los árboles. La puerta del balcón se termina abriendo y las cosas en la cocina comienzan a caer. Hacen un bullicio que me dan la certeza de que hasta recién había calma. Una ráfaga arremolinada se desató con violencia. Ahora la madera cruje. Me tengo que levantar e ir a la cocina. Tengo que cerrar la puerta del balcón y ordenar el desastre de todas las cosas tiradas. Cierro la puerta. La trabo y junto todo. No me gustaría que haya alguien conmigo. No podría llamar a nadie en un día como hoy ¿quién vendría? Yo no iría a ninguna otra parte ahora ¿entonces por qué habría alguien de tomarse la molestia de caminar hasta mi casa, de mojarse con la lluvia y romper su paraguas en el viento para venir conmigo a que yo me quede acá? Además ya es de noche, después volver es siempre complicado y quedarse es siempre comprometedor (cuanto menos con los compromisos inmediatos de la mañana de un día de semana cualquiera). Incluso también yo tengo cosas que hacer temprano. No voy a llamar a nadie. Estoy encerrada. Estoy bajo techo. Pero mi casa, lujoso 9no piso, no se inunda. Sin luz, sin electricidad, puedo padecer apenas la pena de una tormenta y ése es mi mayor problema si no considero que de la habitación de al lado me llama un silbido. Es clarísimo. Es, como dije, un silbido. Agudo y certero. Escucho de nuevo para estar segura. Lo estoy escuchando. No hay duda. Me acuerdo que así me llamaba mi abuelo cuando quería que le lleve algo a su pieza, los puchos, un agua, o simplemente para que vaya a sacarle las medias: él silbaba y yo iba. Hoy es bastante molesto porque no se trata de mi abuelo y yo estoy en mi segundo intento de dormir casualmente en el sillón. Esto es cada vez menos casual y cada vez más a propósito. La ventana entrecerrada es lo que jode porque el viento chifla. Ya no es un problema. Sigo pensando que mi siesta de las once de la noche, aunque ya estoy cerca de la una de la mañana, no es posible considerando la situación en la que estoy ahora. Perdí la oportunidad de dormirme distraídamente en el sillón, con toda la ropa puesta, hasta los zapatos, sin taparme y conformándome con un almohadón por almohada. No me importa. Yo imaginé que así iba a dormir hoy. No como siempre en camisón y en mi cama tapada y con la persiana abierta. Yo hoy me iba a dormir sin darme cuenta (pero ya me di cuenta). Sin pensar en irme a acostar (que es lo único que estoy pensando). Sin lavarme los dientes (aunque ya me los lavé). No me iba a dar cuenta de nada hasta que el sol entrara de lleno a la mañana por la ventana del living derecho hacia el sillón y hacia mi cara -eso no ocurre en mi cuarto. Voy a hacer de cuenta que es posible que eso pase. A esta altura voy a mentir si es necesario.
Todos estos ruidos perduran y ahora es la puerta de entrada la que se agita. No puedo estar en paz. Ya son las dos. La luz de emergencia del pasillo entra por los costados y en el edificio con el ascensor parado siempre hay movimientos en la escalera. Pasos. Voces. Golpes. Todo cada vez más cerca.
Entredormida, mi vida se acercaba a su fin según un sueño interrumpido por un golpe de vaya a saber yo qué o quién. Con el estruendo de algo rompiéndose como el sueño horrible que estaba teniendo escuché que golpearon mi puerta pero no hay chance de que vaya a ver quién es y entonces ahí lo supe:

No. No me da miedo estar sola en mi casa. Ni si quiera un día como hoy que hay mucho viento, que es de noche y que está oscuro. No me da miedo tener pesadillas. No me asustan los ruidos sospechosos de la habitación de al lado ni tampoco las sombras de los árboles tenebrosamente acentuadas sobre la pared por el resplandor anaranjado del alumbrado de la calle. No me asusta estar acá un día de tormenta, con truenos y viento sin lluvia y sin luz. Todo apagado.
No me asusta porque ahora cuando no estás estoy completamente segura de que estoy sola. En esta casa no hay absolutamente ninguna presencia, viva o muerta, corpórea o etérea, que no sea la mia. No creo en fantasmas ni en ladrones. Ningún ruido o resplandor, por sugerente que sea, me va a convencer de lo contrario. Mi presencia es fuerte y es única y eso sólo puede significarme que yo todavía estoy viva, todavía estoy sola, y si no me temo a mí misma, no tengo entonces ninguna razón para temerle a ninguna otra cosa, -tampoco a tu ausencia.


...ahora sí está lloviendo y alguna gotas me llegan. ya me puedo quedar dormida.

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