9 de octubre de 2005

Cafe Koma

Palabras que sudaban de mis huesos contaminaron mi sangre. Muerta en vida. No por mí, sino por ellos que miraban de lejos, atónitos, sin entender, sin pensar. Alguien se acercó un poco más. Yo me quedé callada y contemplé desde el silencio que ambos pronunciábamos a gritos que retumbaban en mi cabeza. El ruido llegaba a mis huesos, raíz de las palabras que se quedaron para siempre en un tumor. Miré de nuevo.
Yo pensé, yo sí; yo soñé, ellos no.
Maraña de delirios hecha de aire eléctrico que rosa mi piel que ya no sangrará porque no habrá sangre en mis venas. El ruido se agota y todo se vuelve cada vez más lejano, no veo más, pero su imagen titila en mi mente y la siento en mi ser, y siento como se acerca porque su corazón late más cerca y fuerte y el mio, leve y débil, le acompaña con inigualable sincronización. Música pura que nos rodea y nos convierte en parte de lo mismo, como en mis sueños, tangible realidad. Es el estado de catatonia el que me invalida supurando mis acciones con cal y sal, remedios y sueros, la poseción de un cuerpo postrado, obsoleto. Condena de vivir una realidad onírica que delira sobre mi cuerpo entero, lo gobierna. Mis órganos trabajan a la par de mi cabeza, que sueña que viaja por las estrellas a través de tu esqueleto. Nunca más fuera de este letargo, escuché que decían una vez que apenas recobré la percepción de aquello que podría ser mi realidad, allá donde hay otros. Nunca más fuera de este letargo, y yo me atormenté.
Sigo con vida, vida onírica; con vida, vida ominosa; vida, vida amarga; sigo con vida, vida inmune.
Yo quiero morir, rápido, ahora ya mismo, en el momento en el que cruzan estas líneas, ahora ...en el instante que le sigue a este, le pediré a mi corazón que no lata más
...

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