22 de octubre de 2006

Entre paréntesis

Siempre un montón de prosa que no dice nada. Y la diferencia. Que escapa de engañarse. Que toma distancia por la inseguridad que le genera. Que allá lejos está a salvo porque las cosas se ven borrosas, no se ven, o no importan. O camina al ritmo de aquella anécdota que alguna vez vivió (y que luego convirtió en un montón de prosa que no dice nada). Que su mente se convierte en cuerpo al menos una vez. Que para no mentirle, se mintió a sí misma y entonces dijo ...la verdad.
Alguna vez la escucharon energúmena gritando. No sabiendo por qué, nadie preguntó. La escucha fue un acto mecánico. La histeria acarreó lágrimas que caían por detrás de sus ojos. No mojaban o es que ahí dentro ya estaba húmedo. La pérdida del dominio de la palabra fue frustrante. Una falta de ortografía -la idiotez más grande que alguna vez leyó.
Sin cambiarse de ropa, salió a la calle con los ojos cerrados y la boca abierta. De ella no se escuchó nada, pero se vieron las cosas más nefastas. Estuvo meses ahogada en sangre hecha de alcohol. Produciendo un montón de prosa que no dice nada. Después de disecarse por un rato largo entre cuatro paredes llenas de sol ultravioleta logró deshacerse y hacerse de un montón de prosa que no dice nada. Una imagen de silueta estilizada pero petiza. Con ojos repletos de ganas.
No, así no funcionan las cosas. Que se aleje de tanto enigma. Sin ese poquito de mentira entre cada escupitajo de persona que se revela. Un poquito más de dirección y claridad. Siempre un montón de prosa que no dice nada. Siempre un montón de prosa que no dice nada. Siempre un montón de prosa que no dice nada. Siempre un montón de prosa que no dice nada. Y una vez fue clara y se perdió.
Las cosas se tiñen. Las cosas se adornan. Las cosas se ocultan. Se disfrazan. Se mueven. Y atrás del descaro de compartir un montón de prosa que no dice nada, se esconde la vergüenza que genera cada palabra. Nunca comunica porque siente en impulsos eléctricos casi espasmódicos. Aún así, tratando de contar un cuento, dio a conocer secretos amorfos. Y más veces se disoció, y entonces menos se mezclaba la realidad con la ficción. Y después el resultado: siempre un montón de prosa que
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