24 de agosto de 2005

Los colores de su existencia.


Se sentó rápidamente porque el mareo amenazaba con tirarla al piso. Miró hacia arriba y todo se arrebató. Las luces, las sombras, las figuras, la mesa, la silla, la cama, las demás personas, todas esas cosas habían sido relegadas a la irrelevancia pues sólo podía verlo a él. Cada detalle del rostro que estaba frente a ella era delicadamente observado, analizado y olvidado para nunca perder la sensación de verlo por primera vez. Debía decir algo -estaban destinados desde siempre a hablarse alguna vez. Lo que existstía hasta ese momento desapareció y quedaron sólo ellos en la faz de la nada. Sólo solos los dos.

De pronto parpadearon a la vez y algo se transformó. Cayeron al suelo desconcertados. Todo temblaba: el mundo se restauraba frente a sus ojos. Recuperaron el aliento y sólo había pasado un segundo en el cual se condensaron todas las emociones posibles. Todo estaba donde lo habían dejado, hasta el último suspiro, pero absolutamente nada era igual. Todo estaba en blanco y en negro. Se miraron y no se reconocieron nunca más, se miraron y no vieron nunca más nada, quedando ciegos el uno del otro. No se despidieron aunque dejaron que las esperanzas perduraran hasta el final del tiempo con todas y cada una de las felicidades que se fueron consumando hasta no quedar nada. Se congelaron en un daltonismo profundo que los dejó inválidos ante cualquier emoción. Felicidades que se consuman hasta no quedar nada.


la tragedia de darse cuenta...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Será así el amor a primera vista?

Lih dijo...

quizás.